sábado, mayo 14, 2011

Florencia bien de mañana

Florencia es, sencillamente, una ciudad espectacular; pero agobiante. Son tantas las riquezas que atesora y tantos los turistas que la visitan que en ocasiones hace que te sientas abrumado. Eso sin contar las esperas en la consabida cola para obtener la entrada para la Galería Uffizi o la Galería de la Academia. Mi recuerdo de la Galería Uffizi, de una visita anterior hace ya unos cuantos años, era un poco penosa debido al afán turístico de querer verlo todo, aun a costa de acabar viendo convertidos tus pies en muñones. Por eso, en esta ocasión, nos lo hemos tomado con más calma. Pero vayamos por partes.



El Duomo de Santa Maria del Fiore, en pleno casco antiguo, es hermosa por fuera. Su interior resulta un poco decepcionante; parece como si hubieran destinado todos los esfuerzos y los medios para el exterior.



Lo más característico es su cúpula de 45 m de diámetro y 100 de altura diseñada por Filippo Brunelleschi y decorada, en su interior, por los frescos de Giorgio Vasari que en este año se celebra el 500 aniversario de su nacimiento.



El Campanile, diseñado por Giotto, se alza majestuoso junto al Duomo, desde donde se puede apreciar la hermosura de esta ciudad.





Mientras la troupe se pone en marcha por las mañanas, a mí me gusta darme un paseo matutino por las ciudades que visitamos. Es cuando realmente se descubre la ciudad. Florencia, bien de mañana, es todavía más encantadora.





Nada que ver con la efervescencia turística de unas horas después.



A esas horas una frenética actividad tiene lugar. Se limpian las calles, los florentinos acuden a sus trabajos. Tomar un expresso o un macchiato mientras escuchas conversaciones cotidianas en la lengua toscana que no comprendemos, pero que resulta agradable de oir, resulta fascinante, como el Ponte Vecchio, vacío a esas horas.





Aunque siempre habrá que esperar a la hora turística habitual para la visita de la Galería Uffizi para admirar la Adoración de los Magos de Leonardo da Vinci o el Nacimiento de Venus de Botticelli.



La estrecha vigilancia a la que uno se ve sometido para no utilizar la máquina fotográfica pudo ser burlada en esta ocasión, pero no así en la Galería de la Academia ante el imponente David de Miguel Ángel.
Podríamos escribir un libro sobre Florencia pero no vamos a hacerlo: nunca podríamos terminarlo. Eso sí, si váis por Florencia os recomendamos una visita bien de mañana.

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