domingo, octubre 30, 2016

Oh là là

¿Qué se puede decir de París que no se haya dicho ya? Creo que prácticamente nada, excepto Oh là là. París es para mí la ciudad más bonita que conozco; incluso por delante de mi entrañable Madrid, ciudad que no es que sea una maravilla pero para mí es eso, entrañable, aunque no se pueda vivir en ella. Hay muchas ciudades maravillosas por el mundo de las que he visitado: Venecia es única, aunque no recomendable para reumáticos; Praga es como una preciosa casa de muñecas, recomendable para los que les gustan las casas de muñecas; Roma città apperta; San Petersburgo una de las muchas venecias del norte... Y así podríamos seguir con cada una de las ciudades que, para sus habitantes, suele ser la mejor. Pero París tiene... un color especial. ¡Ah, no! ¡Esa es Sevilla! Bueno la ciudad del amor es, además, la ciudad del cine. ¡Cuántas películas maravillosas se han rodado en París! Algún día haremos una entrada al respecto.
He visitado varias veces París porque tengo la suerte de tener una prima viviendo allí. Unos pocos días libres fueron la excusa para una romántica escapada a Paris mon amour. Aunque la hayas visto unas cuantas veces, la Torre Eiffel siempre te atrae de una manera vertiginosa, como el vértigo que te produce subir a ella.


Aunque vale la pena por las vistas que se ofrecen de la ciudad.


A mí, personalmente, me gusta más la Sainte Chapelle por sus magníficas vidrieras que la catedral de Notre Dame.


Quizás sea porque asociamos la catedral al inevitable Quasimodo, el jorobado de Notre Dame, y a falta de la presencia de este, a lo mejor nos tememos que tiren de uno mismo para hacer el personaje.


Pero lo realmente espectacular de París es pasear por esta maravillosa ciudad, tanto por sus lugares más emblemáticos


como por sus callejuelas del barrio de los pintores de Montmartre.


Y hablando de pinturas, obligada visita al Louvre para contemplar algunas de sus maravillas, no necesariamente en pintura.


Pero para disfrutar de un museo, mejor el de la Orangerie, por aquello de que es muy pequeñito y se ve en un pispás.


Habrá que volver más veces. Pero como dice el personaje Rick Blaine (Humphrey Bogart) en la película Casablanca (Michael Curtiz, 1942): Siempre nos quedará París.