jueves, septiembre 27, 2007

27 de Septiembre

Todos los días pasan cosas y todos los días hay un acontecimiento que recordar. En los 27 de septiembre han sucedido muchas cosas en el pasado: unas buenas y otras no. Es triste recordar que tal día como hoy de 1975, tuvieron lugar las últimas ejecuciones en España durante el franquismo. Pero también, tal día como hoy de 1998, nació Google, gracias al cual nuestra búsqueda por Internet se ve muy facilitada.
Pero de todos los 27 de Septiembre, para mí, el más importante, es el de 1997. Además de estar acatarrado y perder las gafas, nació mi hija pequeña. Hoy celebraremos su décimo cumpleaños y la casa se llenará de sus amiguitos para que pase un día inolvidable, como inolvidable fue para mí aquél 27 de Septiembre de 1997; bueno, inolvidable para mí y para su madre.
¡Felicidades Isabel!

Si te dijera, amor mío,
que temo a la madrugada,
no sé qué estrellas son éstas
que hieren como amenazas
ni sé qué sangra la luna
al filo de su guadaña.

Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones,
amor mío, al alba,
al alba, al alba.

Los hijos que no tuvimos
se esconden en las cloacas,
comen las últimas flores,
parece que adivinaran
que el día que se avecina
viene con hambre atrasada.

Miles de buitres callados
van extendiendo sus alas,
no te destroza, amor mío,
esta silenciosa danza,
maldito baile de muertos,
pólvora de la mañana.

miércoles, septiembre 12, 2007

Alhambra

Aunque finalmente no pudo ser, no por eso deja de ser una de las maravillas del mundo. Hemos estado en Granada, hospedados en el Albaicín, al lado del mirador de San Nicolás frente a la Alhambra. El mirador era visita obligada día y noche cada vez que volvíamos de nuestras agotadoras andaduras por la Granada antigua, la morisca.



¿Qué se puede decir de la Alhambra que no se haya dicho ya? ¿Qué se puede mostrar de la Alhambra que no se haya fotografiado ya? Simplemente que ahí está, para ser admirada, para ser disfrutada. No se ha convertido en una de las nuevas siete maravillas del mundo, pero por su majestuosidad lo es. A pesar del guirigay de tantos guiris ensordecedores, me sorprendí a mí mismo abstrayéndome para oir el ruido del agua en la Alhambra. Ni siquiera el empeño de una turista sudamericana, todo el rato a mi lado, hablando por el móvil mientras seguíamos la visita por los palacios nazaríes, pudo romper el encanto y la magia de su belleza.



Ni la ausencia de la Fuente de los Leones, por motivos de restauración.

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Simplemente, no hay palabras.



O sólo una (dos en realidad): Al-Hambra, la Roja.