sábado, mayo 30, 2020

Maldito baile de muertos

Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento
(Miguel Hernández, Elegía)



Ante todo, quiero expresar mi profundo respeto a todos y cada uno de los integrantes de esas cifras de fallecidos que nos dan cada día; a menudo de una manera tan fría como obscena. En muchos casos han pasado de ser personas, con nombres y apellidos, y una historia a sus espaldas, a convertirse en un número más de una serie numérica que hemos empezado a no entender prácticamente ninguno de nosotros.
El día 24 de mayo, domingo, teníamos 28752 fallecidos por la COVID-19 según datos oficiales del propio Ministerio de Sanidad. Nuestra sorpresa fue que, al día siguiente, nos encontrábamos con que la cifra de fallecidos era de 26834. De repente, habían resucitado, de un día para otro, 1918 personas. Si alguno de vosotros entiende cómo puede ser eso, por favor, que me lo explique, porque yo no consigo entenderlo.
Durante esta semana, hemos conocido los datos del Registro Civil que ha reportado durante este período de confinamiento un 52% más de decesos con respecto al año anterior para el mismo período: 43295 muertes más de las esperadas. Según el Registro Civil, el número de fallecidos por COVID-19 era de 27302, cifra que, oficialmente, según el Ministerio de Sanidad, aún no hemos alcanzado. Pero, en cualquier caso y para no entrar en una guerra absurda de quítame allá ese muerto, la cuestión es que hay un remanente de 15993 personas que han muerto, de más, sin que sepamos por qué. Bueno, no lo sabréis vosotros; muchos de nosotros sí lo sabemos. Las cifras que ha manejado y maneja el Ministerio de Sanidad son las de fallecidos con una PCR positiva, pero ¿se hicieron todas las PCR necesarias a los enfermos sospechosos de COVID?
En una Residencia de Ancianos ubicada en el municipio donde trabajo, dos residentes ingresaron el mismo día en el mismo hospital, con la misma sintomatología: una gran dificultad respiratoria. Ambos tenían nombre y apellidos que no puedo poner aquí por la ley de Protección de Datos. A ambos les hicieron radiografías de tórax:



Diagnóstico: Neumonía bilateral compatible con COVID-19.
Ambos murieron a la espera de un ingreso en Medicina Interna, pero uno tenía hecha la PCR y el otro no. Uno pasó a formar parte de la lista oficial de fallecidos de coronavirus y el otro no.
Hemos visto muchas cosas que nos han puesto los pelos como escarpias a los trabajadores de la Sanidad Pública; ¡ojo, y de la Privada! Esta puta mierda nos la hemos comido todos, sin distinción.
El título de este post es una referencia a una estrofa de una de mis canciones más entrañables: Al Alba, de Luis Eduardo Aute, fallecido el día 4 de abril de este año. El mismo día que mi hermana. Su familia desconoce si su muerte guarda alguna relación con la COVID-19. La canción, que consiguió pasar la censura franquista, fue un homenaje en clave de canción de amor a los últimos fusilados por la dictadura un 27 de septiembre del año 1975.
La estrofa a la que me refiero es:
Miles de buitres callados
Van extendiendo sus alas,
No te destroza, amor mío,
Esta silenciosa danza,
Maldito baile de muertos,
Pólvora de la mañana.

Algunos tenemos ya la pólvora preparada, en sentido metafórico, claro. Pero de eso hablaremos la semana que viene.

domingo, mayo 17, 2020

De héroes a villanos

¡Es acojonante! En muy pocas semanas, algunos hemos pasado de héroes a jodidos villanos porque no hacemos las pruebas suficientes de detección del "puto bicho". Ese es el motivo que ha dado el Ministerio de Sanidad para que la Comunidad de Madrid siga en la fase 0 de eso que han dado en llamar desescalada. El objetivo ahora somos los sanitarios que trabajamos en Atención Primaria. Resulta que nosotros ahora somos los culpables de estar donde estamos y no avanzar. Siempre tiene que haber un culpable y esta vez nos toca a nosotros.
No nos hemos negado en ningún momento a hacer las famosas PCR; lo que no dicen es que si yo solo dispongo de un número limitado de test, no puedo hacer más pruebas que el número de test de que dispongo. Y, además, tal y como está montado esto, no puedo volver a hacer PCRs hasta que no venga un mensajero a recoger las muestras y reponerme el mismo número de test que he utilizado. En nuestro caso, un medio rural, raramente hasta el día siguiente.
¡Qué asco de política cuando se dedican entre el Gobierno Central y el Autonómico a echarse mierda los unos a los otros! Ahora necesitan un villano, ¡pues vale! No tengo ningún inconveniente en asumir ese papel; pero señores políticos, dedíquense a lo que se tienen que dedicar y no a echar balones fuera.

sábado, mayo 09, 2020

Rabia, impotencia… y ahora indignación

Todos los días, al término de la jornada laboral en mi Centro de Salud, a las 9 de la noche, regreso en coche a mi casa que se encuentra en una población diferente pero vecina a la de mi puesto de trabajo. Durante la última semana, lo que he visto me ha resultado indignante. Las medidas de permitir salir de casa, con limitaciones, me causan un verdadero estupor puesto que, visto lo visto, no se respetan en lo más mínimo. Durante estos días he visto más romerías que paseos saludables.  Y eso hace que se me abran las carnes. La situación no está ni mucho menos controlada. Estamos indudablemente mejor que hace unas semanas, pero eso no significa que el problema no siga estando ahí. Diariamente seguimos viendo y diagnosticando casos de COVID-19 en un goteo lento pero constante. No resulta nada extraño que Madrid deba permanecer aún en la fase 0 de esta desescalada; y si me apuráis, a este paso deberá seguir en esa fase si no se apela al sentido de la responsabilidad de los ciudadanos.
Hemos pasado, al menos yo, de la rabia y la impotencia que nos ha sacudido durante todas estas semanas, a una indignación por todos esos comportamientos censurables a la par que irresponsables que cada día contemplo. Quien más, quien menos, ha vivido el horror del azote de este “puto bicho” entre su familia o sus amigos. Al dolor de las pérdidas humanas se ha sumado el de no haberse podido despedir del ser querido. Detrás de esa horripilante cifra de muertos que no para de crecer, hay personas con nombre y apellidos. Vidas que se han visto segadas de un plumazo. La mayoría de ellos, personas mayores que desgastaron su vida para que nosotros pudiéramos tener la nuestra.
El personal sanitario, como el resto del personal de los servicios esenciales que hemos estado ahí, nos sentimos cansados y exhaustos a estas alturas. Y lo que es peor visto lo visto, con la sospecha de que ese temido repunte haga su aparición en los próximos días para generar más daño no sólo desde un punto de vista sanitario. Muchísima gente lo está pasando aún peor porque al dolor y la rabia de la pérdida de sus seres queridos, se suma el de la inquietud y la incertidumbre frente a sus necesidades más básicas: sacar a su familia adelante en medio de una crisis económica tan brutal como la sanitaria.
Romeros de turno que salís a la calle con la despreocupada actitud del que sale de fiesta, por favor, sentido común, responsabilidad y un poquito de solidaridad con todos aquellos que de una forma u otra, o las dos, lo están pasando mal o muy mal.

lunes, mayo 04, 2020

Bella ciao

Bella ciao es una canción popular italiana que fue utilizada por los partisanos italianos entre 1943 y 1945 que formaban parte de la Resistencia italiana contra las fuerzas alemanas nazis que ocupaban Italia. La canción ha sido puesta recientemente de moda a raíz del éxito de la serie española La casa de papel.
Lo cierto es que esa canción la aprendí yo cuando tenía entre once o catorce años y mi hermana me la enseñó. Durante toda esta historia vivida en relación a la COVID-19 reconozco que he desarrollado un preocupante trastorno del sueño. Bueno, ese es mi problema y tendré que buscarle una solución. Pero no se trata de hablar de mí. Hoy es 4 de mayo y hace justo un mes que mi hermana mayor murió víctima de este "puto bicho" de nombre SARS-CoV-19. Durante la semana siguiente a su muerte, hubo un día en que me desperté con una canción que me martilleaba insistentemente la cabeza. Esa canción era, precisamente, Bella ciao, la canción que me enseñó ella cuando vivió su época inconformista y revolucionaria; una vida que nunca abandonó.
Esa canción dice, en un momento dado:

Y si yo caigo en la Guerrilla,
O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao
Y si yo caigo en la Guerrilla,
coge en tus manos mi fusil.

Cava una fosa en la montaña,
O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao
Cava una fosa en la montaña,
a la sombra de una flor.

Y así la gente, cuando la vea,
O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao
Y así la gente, cuando la vea,
se dirá "¡Que bella flor!"

Aunque difiere algo de la versión original, es la versión que yo aprendí de mi hermana.
No hace mucho se lo conté a su marido, Pablo, y le dije que, como buena guerrillera que había sido, mi hermana se merecía que hiciésemos lo que decía la canción: cavar una fosa en la montaña a la sombra de una flor. Le pareció muy bien pero puso una muy hermosa condición, esperar a septiembre, cuando fuese el que hubiera sido su cumpleaños y las restricciones de aislamiento social nos puedan permitir hacer lo que no hemos podido hacer hasta ahora: abrazarnos todos y llorar a moco tendido por ella.
Es lo mínimo que deberíamos hacer.

(Nota: a raíz del comentario de Pablo, hemos cambiado la estrofa siguiendo sus sugerencias)