martes, diciembre 06, 2016

Una puñalada a la solidaridad

No vamos a descubrir nada nuevo diciendo que España es un país solidario. Nos solidarizamos tanto con la desgracia del vecino como con la de alguien tan lejano como Haití o Japón. Tanto en las desgracias imprevistas como puedan ser guerras, huracanes, terremotos o tsunamis, como en las individuales de casos de enfermedades raras, el bolsillo de los españoles suele ser generoso para que esas "desgracias" tiendan a ser menos desgracias o, al menos, paliar sus desoladoras consecuencias. Por eso y por muchas cosas más, me siento orgulloso de ser español. Es por eso por lo que me ha resultado muy feo lo sucedido con una noticia que ha saltado a la luz recientemente y que todos tendréis en mente. Si los españoles somo generosos con la desgracia ajena, tan bien es verdad que suele haber alguno que... ¡a río revuelto...! Aprovecharse de la generosidad ajena me parece ruin; y no tanto por el oportunismo del momento, aunque ese oportunismo pueda acabar demostrándose que es continuado. Es lo doloroso que resulta por el daño que va a hacer a partir de ahora. Casos como el que ha saltado a las noticias durante esta semana: la de un padre utilizando la enfermedad de su hija para recaudar importantes sumas de dinero; no hacen sino dañar el legítimo uso de esos mismos medios utilizados como recurso para dar publicidad a las desgracias sobrevenidas y provocar el resquemor de toda esa gente solidaria que suele volcarse ante las mismas. Es una auténtica puñalada a nuestra solidaridad.

domingo, octubre 30, 2016

Oh là là

¿Qué se puede decir de París que no se haya dicho ya? Creo que prácticamente nada, excepto Oh là là. París es para mí la ciudad más bonita que conozco; incluso por delante de mi entrañable Madrid, ciudad que no es que sea una maravilla pero para mí es eso, entrañable, aunque no se pueda vivir en ella. Hay muchas ciudades maravillosas por el mundo de las que he visitado: Venecia es única, aunque no recomendable para reumáticos; Praga es como una preciosa casa de muñecas, recomendable para los que les gustan las casas de muñecas; Roma città apperta; San Petersburgo una de las muchas venecias del norte... Y así podríamos seguir con cada una de las ciudades que, para sus habitantes, suele ser la mejor. Pero París tiene... un color especial. ¡Ah, no! ¡Esa es Sevilla! Bueno la ciudad del amor es, además, la ciudad del cine. ¡Cuántas películas maravillosas se han rodado en París! Algún día haremos una entrada al respecto.
He visitado varias veces París porque tengo la suerte de tener una prima viviendo allí. Unos pocos días libres fueron la excusa para una romántica escapada a Paris mon amour. Aunque la hayas visto unas cuantas veces, la Torre Eiffel siempre te atrae de una manera vertiginosa, como el vértigo que te produce subir a ella.


Aunque vale la pena por las vistas que se ofrecen de la ciudad.


A mí, personalmente, me gusta más la Sainte Chapelle por sus magníficas vidrieras que la catedral de Notre Dame.


Quizás sea porque asociamos la catedral al inevitable Quasimodo, el jorobado de Notre Dame, y a falta de la presencia de este, a lo mejor nos tememos que tiren de uno mismo para hacer el personaje.


Pero lo realmente espectacular de París es pasear por esta maravillosa ciudad, tanto por sus lugares más emblemáticos


como por sus callejuelas del barrio de los pintores de Montmartre.


Y hablando de pinturas, obligada visita al Louvre para contemplar algunas de sus maravillas, no necesariamente en pintura.


Pero para disfrutar de un museo, mejor el de la Orangerie, por aquello de que es muy pequeñito y se ve en un pispás.


Habrá que volver más veces. Pero como dice el personaje Rick Blaine (Humphrey Bogart) en la película Casablanca (Michael Curtiz, 1942): Siempre nos quedará París.


sábado, agosto 20, 2016

Postales XXXL

Hemos hecho ya referencia a las postales en una entrada anterior. Gracias a Postcrossing podemos llegar a saber de lugares en el mundo sobre los que no teníamos conocimiento alguno de su existencia hasta la llegada de una postal. En general, las postales, aunque no tienen un formato estándar, su tamaño habitual oscila entre un 15,3x10,7 cm. a un 17,3x12,2; sin hablar de las postales cuadradas o redondas o con formas de lo más variadas.
Pero queríamos hacer referencia en esta entrada a las postales que, por su tamaño, se salen de los formatos irregularmente variables y que suelen mostrarnos una vista panorámica de un paisaje o de un monumento. De esas tengo unas cuantas en las que, para una longitud normalizada (21,2 cm), la altura es bastante variable: desde 10,3 a 12,2 cm.

(Los Doce Apóstoles. Australia)

(Panorámica de Segovia nevada)

(Vista aérea Bahía de Algeciras)

(Queenstown Bay. New Zealand)

De vez en cuando, en las postales viajeras, pasando por tantas oficinas de correos, alguien le pone algún recuerdo de su paso por allí, como en la postal anterior en la que alguien ha dejado huella de su paso por Singapur.
Pero las hay más largas aún, como esta desde Göteborg de 13,2 x 24,4 cm


O esta otra de Amsterdam (11,2 x 30,4 cm)


En España, Artimagen edita unas postales plegadas panorámicas en sepia muy atractivas de lugares emblemáticos (10,5 x 30,1 cm desplegadas)

 (Postal plegada)
(Postal desplegada)


Y Art Panorama unas postales que plegadas tienen el tamaño de una postal normal pero que, al desplegarla resulta un tríptico de 11,8 x 51 cm.

(Parque del Buen Retiro. Madrid)

Pero la postal XXXL por excelencia de nuestra colección es una que mide 12 x 67 cm y que, como es lógico, no puede enviarse tal cual. Enrollada dentro de un pequeño paquete, Pocketpanorama edita postales panorámicas de 360º.


Y he aquí la joya de la colección enviada, ¡cómo no! por Manolo

(Volcán el Cuervo. Lanzarote)

miércoles, agosto 10, 2016

Lubina a la sal

Sin serlo, a veces este blog se convierte en un blog gastronómico para ilustrar nuestros pinitos en el complicado mundo de la cocina y hacerlo razonablemente bien. A las almejas a la marinera le sucedieron el pulpo o la harira. Hace unos días, tocó probar suerte con unas lubinas a la sal. Vale que no fuí yo exactamente el chief pero ello fue debido a la necesidad de ejercer de fotógrafo para ilustrar esta entrada. Tres lubinas fueron pescadas en la pescadería ya limpias y preparadas para la ocasión. He aquí una de las ventajas de la pesca en pescadería.


Tras la foto de turno, hubo que preparar el lecho donde yaciesen estos animalillos cuyo nombre científico es Dicentrarchus labrax y resultan ser bastante voraces, como puede apreciarse en la siguiente imagen.


Sobre el lecho de sal se vuelven a instalar las lubinas y se cubren con sal.




Se enciende el horno y, cuando está caliente, se procede a introducir la fuente dejándola un tiempo prudencial. Decimos lo de tiempo prudencial porque nuestro horno va por libre y debe ser vigilado atentamente para evitar una trastada. El tiempo que deben estar en el horno puede variar considerablemente según fuentes consultadas.


Mientras se procede a que se hornee, podéis entreteneros haciendo una guarnición a base de patata, pimiento verde y rojo, cebolla y tomate.


El resultado es un pescado blanco, realmente la lubina es un pescado intermedio entre blanco y azul, de sabor delicioso.


¿Qué es eso de pescado intermedio? Los pescados se suelen distinguir a simple vista entre blancos y azules por su aleta caudal. Los azules presentan una aleta caudal con forma de V marcada o ahorquillada, mientras que en los blancos esta aleta es más redondeada.


Lo que realmente distingue a unos de otros es el contenido de grasa entre sus músculos y esto no es una clasificación biológica sino nutricional. Los pescados blancos contienen alrededor de un 2% de grasa frente a un 5% en los azules. Y es aquí de donde procede lo de pescados intermedios, si bien la lubina o la dorada están considerados pescados blancos, su contenido de grasa está entre un 2 y un 5%.

domingo, julio 31, 2016

De las placas que nombran a las calles

De siempre nos ha llamado la atención las placas de las calles de los diferentes sitios que visitamos por la variedad de las mismas y, en muchos casos, su originalidad. Llamativas resultan, por ejemplo, las de Vitoria-Gasteiz.



En otros casos, las placas de las calles nos ilustran ubicándonos un personaje en la línea del tiempo; es el caso de Mérida.



A propósito de Cervantes, ¿en qué ciudad española no existe una calle que se llame Cervantes? En el caso de Segovia, la placa de la calle Cervantes lleva, además, una cita del Quijote.


 O, siguiendo en la misma Segovia, alguna referencia añadida al nombre de la calle como es el caso de la Plaza de Medina del Campo.


Es casi imposible no encontrar en las ciudades castellanas alguna referencia a la Guerra de las Comunidades de Castilla (1520-1522) o a alguno de los famosos comuneros: Padilla, Bravo o Maldonado.


O a todos ellos como es el caso de la Plaza de los Comuneros de Mora.


En Madrid, donde las placas de las calles de la zona centro se renovaron hace años, una referencia a la Guerra de las Comunidades podemos encontrarla en la calle Carretas, denominada así porque se utilizaron carretas para formar un parapeto en la defensa de Madrid.


Y ya que estamos en Madrid, ¡cómo dejar fuera a la Puerta del Sol o la Cava Baja!



Claro que, si existe una Cava Baja, ha de existir una calle de la Cava Alta.


Y ya puestos, no puedo por menos de hacer mi pequeño homenaje a ruda con la placa de la calle de la Ruda en Madrid.


Además, desde la calle de la Ruda, saliendo a la Plaza de la Cebada, podemos dar un paseo por la calle Toledo en dirección a la Plaza Mayor.



No podemos resistirnos, al hacer referencia a la calle Toledo en Madrid, trasladarnos a la propia ciudad de Toledo para buscar la calle que menciona a otro Toledo, el que existe en Ohio.


Algo llamativo en la historia de los pueblos y las ciudades son los cambios de los nombres de las mismas frecuentemente por motivos políticos. Es interesante comprobar, esta vez en Peñafiel, alguna referencia en la propia placa al nombre o nombres anteriores al actual.



En el sur, en Andalucía, son muy dados a los homenajes a cantautores y cantantes, ya sea desaparecidos, como es el caso de Carlos Cano en Barbate


o todavía vivos, como es el caso de Paquita Rico en Chipiona.


Y ya que andamos por el sur, ¡cómo no hacer referencia a la calleja estrecha, en forma de L, del Lorito, en Tarifa.

Nos queda cierta amargura en el cuerpo por no haber fotografiado en cada uno de los pueblos chicos de España, las placas de la calle Amargura que casi todo pueblo español que se honre tiene. Para muestra, el de Cercedilla.


Podríamos seguir con innumerables ejemplos de placas de calles pero, como se suele decir, para muestra un botón. Antes de poner punto final a esta entrada, no podemos resistirnos al bonito homenaje, en Bruselas, a los personajes de cómic que renombran a muchas calles de la ciudad.




Algo a lo que ya hicimos referencia tiempo atrás a propósito de la ruta del cómic. No en vano, Bruselas es la capital mundial del cómic.