La toponimia es una disciplina que se dedica al estudio y origen de los nombres propios de lugar, por eso lo de topos (en griego, lugar); nada de animalillos que se dedican a incordiar haciendo galerías por los jardines. Recientemente hemos hecho algún escarceo al respecto en este
blog.
Un pequeño estudio de los nombres de las poblaciones de la Comunidad de Madrid nos lleva a una serie de planteamientos curiosos al respecto de lo que hemos denominado lógica
toponimial. Del hecho que existan los municipios de
Villamanta y
Villamantilla, al sur de la Comunidad, podemos deducir varias consideraciones lógicas:
-el sufijo -illa, como diminutivo, indica que la población que la lleva es más pequeña. De hecho
Villamantilla tiene 1238 habitantes frente a los 2514 de
Villamanta (datos del INE del 1 de enero de 2013).
-las poblaciones acabadas en illa implican proximidad geográfica con el topónimo del que proceden (
Villamanta y
Villamantilla comparten término municipal).
Partiendo de estas cuestiones, hemos podido comprobar que, como suele ser lo habitual, la excepción confirma la regla. Si bien
Garganta (
de los Montes) está más poblada que
Gargantilla (
del Lozoya) y comparten proximidad, no es el caso mencionado en una entrada anterior de
Cerceda y
Cercedilla, poblaciones que distan tan solo 14 km. Más llamativo es el caso de
Lozoya (625 habitantes) y la que debería ser
Lozoyilla, población que surgió a partir de unos emigrantes de
Lozoya.
(
El rollo de Lozoya, pedrusco que indicaba la consideración de villa con alcalde y juez propios)
Su nombre real es
Lozoyuela y, actualmente, comparte ayuntamiento con
Navas (
de Buitrago) y
Sieteiglesias. En conjunto 1216 habitantes. Al respecto hay que mencionar que el INE publica los datos del censo por ayuntamientos, no por poblaciones.
(Iglesia de San Nicolás de Bari de Lozoyuela)
Lozoyuela, además de ser más grande que
Lozoya, tiene dos potros de herrar y en mejor estado de conservación que el de
Lozoya.
(
El olvidado potro de herrar de Lozoya)
En el caso de las poblaciones que terminan con la letra "o", el sufijo illo no suele indicar prácticamente nada; es el caso de
Robledo (
de Chavela) y
Robledillo (
de la Jara) o
Valdemoro y
Valdemorillo, en todos los casos poblaciones relativamente distantes. Para el caso de proximidad territorial, no se recurre al diminutivo, como por ejemplo
Horcajo (
de la Sierra) y
Horcajuelo (
de la Sierra), que sí cumplen la premisa de que el primero es mayor que el segundo.
Un caso llamativo, desde un punto de vista toponímico, es el de
Alpedrete. A día de hoy no hay acuerdo sobre si el nombre se debe a que lo fundase un tal
Pedrete o deriva del latín,
Ad Petrum, por su abundancia de pedruscos.
La terminación con la letra "e" evita que exista un
Alpedretillo o un
Alpedretuelo.