Aprovechando las fiestas locales de Guadalix de la Sierra hemos hecho una escapada a Santiago de Compostela. Declarada Patrimonio Cultural por la UNESCO en 1985, la ciudad es una auténtica maravilla surgida entorno al monumento más emblemático: la catedral.
La plaza del Obradoiro, concurrida a todas horas por peregrinos, turistas y viandantes de la propia ciudad, es el obligado punto de encuentro tanto de día como de noche.
Teníamos previsto una visita a las cubiertas de la Catedral por la mañana, pero conseguimos cambiar dicha visita a la tarde cuando nos enteramos que ese día iba a funcionar el botafumeiro, en honor a una comitiva de sacerdotes de diferentes países que habían llegado en peregrinación a Santiago.
Previo al acceso a las cubiertas, la visión de la Catedral desde la tribuna situada justo encima del Pórtico de la Gloria, nos ofrece una idea de la majestuosidad del templo.
Superada la primera sensación de vértigo, el paseo por las cubiertas de la Catedral de Santiago y la observación de cerca de las diferentes torres que enmarcan la construcción, da lugar a otro tipo de extrañas sensaciones. Al menos, para mi, era la primera vez que pisaba el tejado de una iglesia.
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