martes, junio 08, 2010

El periplo italiano (seconda parte)

Viene de La boda en Como


La RAE define el término periplo, en su primera acepción, como viaje o recorrido, por lo común con regreso al punto de partida. Y eso es lo que ha sido nuestro viaje a Italia, un periplo con punto de partida en Bérgamo y regreso al mismo:

Bérgamo – Milán – extravío – Piacenza – extravío – muchas horas después – Pratavecchia – Boda – celebración – Saluzzo – Venasca – siestorro – Milán – Bérgamo

Nos habíamos quedado, en la prima parte, en la celebración de la boda. A la mañana siguiente habíamos quedado que vendría Frank, el padre del novio, a recogernos al hotel para ir a Venasca a comer con la familia y los amigos franceses que vinieron a la boda. Como era pronto los intrépidos españoles decidimos hacer una excursión por cuenta propia: Saluzzo.





Saluzzo no es Pratavecchia; además de ser una hermosa ciudad medieval, tiene bares, donde, por fin, más de veinticuatro horas después de pisar, tanto en términos español como italiano (pisciare=hacer pis), tierras italianas, conseguimos tomarnos una cerveza.





Tras un ligero malentendido, acabamos por cuenta propia en Venasca. Mis primas tienen un ligero problema de comunicación. Isabel, española, criada en Francia y habitante en Italia durante muchos años, tiene tal lío idiomático que se dirige a los españoles en italiano, a los italianos en francés y a los franceses en español; eso sí, es una perfecta traductora del italiano al italiano, como hemos comprobado en varias ocasiones.
El caso es que Isabel nos dijo que nos iban a buscar a una hora determinada y a quien tenía que irnos a buscar se le dijo otra muy distinta. Pero pese a eso, llegamos a Venasca; pese a eso y al navegador GPS que parece ser pretendía llevarnos a Benasque.
Fueron unas horas entrañables, de esas que, de durar un poco más, hubiésemos acabado con los típicos cantos regionales. Achuchones, besos, abrazos... las despedidas siempre son emotivas. Y más cuando son en tierras italianas y no hay una nueva boda en perspectiva.
Torino, Milán y, al fin, Bérgamo.



Como llegamos casi al anochecer, tuvimos que conformarnos con un paseo a pie por la zona de marcha, según Carlos (no, el otro Carlos), y que de marcha tenía más bien poca. Cena, helado y/o capuccino. A la mañana siguiente conquistaríamos Bérgamo.





Bérgamo es una hermosa ciudad. A mí me ha gustado mucho. Pese a la incomodidad de su empedrado, la ciudad alta, la histórica, es realmente interesante. Una de las cosas que más me ha llamado la atención es el sottostante orologio solare, construido en 1798 por Giovanni Albrici.





Y del cual no pudimos comprobar su precisión debido a que a la hora en que el rayo de sol pasa por el agujero para indicar la hora y el día, nosotros debíamos estar camino del aeropuerto donde nos esperaba un retraso de hora y media en el vuelo.



Pero bueno, ha estado todo muy bien. Nos hemos reído, hemos disfrutado y hemos conocido ciudades nuevas (algunas más de las previstas). Y como no podía faltar, terminamos con la foto de los intrépidos españoles en Bérgamo.

2 comentarios:

familia lopez martinez dijo...

Como bien dice el dicho la experiencia es un grado, como se puede comprobar a la vuelta no hubo extravíos, aunque el gps quería mantener su tradición italiana de llevarnos a Roma, tal vez porque todos los caminos nos llevan allí.
el otro Carlos

familia lopez martinez dijo...

Sólo dos extravíos?
Para próximos viajes (Sudáfrica) mejor que el gps preguntar al pastor.
Chelo