Por si no tuviéramos bastante con mis hijas y mi mujer, el número de bocas actual que hay que alimentar en casa ha experimentado un notable incremento de las mismas, lo que supone tener que redoblar esfuerzos para satisfacer los apetitos tan variados de los diferentes integrantes de esta familia.
Las ovejas no suponen un especial problema ya que tienen el pasto asegurado, motivo de su presencia provisional en nuestra casa. Es distinto el caso de Argos, el mastín leonés que parece crecer por momentos y que, en lugar de comer, devora. Un poco más pequeño, pero con muy mala leche, Matute es el gato que se dedica a la práctica del bullying con el cachorro de mastín. Y también come y es un auténtico gourmet. Por las mañanas, cuando me levanto, me le encuentro frente a la nevera como para recordarme dónde se encuentra su comida favorita.
Si seguimos con el escalafón, Nikita es el hámster de mi hija que ataca al gato cuando este se acerca a su jaula. Supongo que es fácil hacerse el valiente desde el otro lado de los barrotes.
Además están, Kaa, la culebra de collar que, por problemas gástricos (no conseguimos que coma) vamos a liberar esta misma tarde, los Eurycantha calcarata que hemos recibido en donación, el caracol cojo y dos amigos más, los Bombyx mori, Phil Collins, el insecto hoja que ayer cumplió seis meses, y un overbooking desmedido de Carausius morosus y Medauroidea extradentata.
Lo dicho, demasiadas bocas por alimentar.
jueves, mayo 21, 2009
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