Con unos acantilados de auténtico vértigo, podemos enorgullecernos de haber estado en el punto más occidental del continente. A pocos kilómetros, Sagres, con su fortaleza y su supuesta cerveza que motiva esta entrada.
El Algarve portugués es toda una auténtica fuente de sorpresas con su privilegiado paisaje. Haría falta mucho más tiempo del pasado allí para mostrar una mínima parte de sus numerosos encantos. Pero es lo que hay. Estableciendo como base de operaciones la prescindible Albufeira, más o menos en el medio geográfico del sur de Portugal, las excursiones tanto al este como al oeste nos desvelan una espectacular orografía.
Empezaremos por el oeste. De regreso a Albufeira, desde Cabo San Vicente, tenemos unos de los puntos más espectaculares del Algarve: Ponta da Piedade, en Lagos.
Siguiendo hacia Legoa, desvíándonos un poco al interior, Silves, para pasear bajo un tórrido sol de justicia por su castillo. El castillo de Silves fue construido entre los siglos VIII y XIII y está considerado como el mejor conservado de los castillos árabes del país vecino.
Volviendo a la costa, Praia da Marinha está considerada una de las diez mejores playas de Europa.
Y no muy lejos, Praia da Benagil, donde se puede coger un barquito que recorre la costa para mostrar la innumerable cantidad de cuevas que el agua ha ido horadando en sus escarpados acantilados con el paso de los años.
Hacia el este, el Algarve no es menos espectacular y lleno de encantos.
Olhos de Agua es una auténtica maravilla cuando, en los olheiros, al bajar la marea, se pone de manifiesto como surge agua dulce desde la misma arena de la playa.
Algo que ya pudieron constatar los fenicios hace algunos miles de años.
La siguiente parada es Faro, una tranquila ciudad que contrasta con la permanente algarabía de Albufeira y cuya catedral es algo realmente peculiar.
Un recorrido en barca por el parque nacional de Ría Formosa es algo altamente recomendable si se dispone de tiempo.
Y finalizamos, en este breve recorrido, en Tavira donde la visita a Isla Tavira es obligada al menos desde dos puntos: desde Quatro Aguas en barquito...
o a unos kilómetros, en Pedras D'el Rei, atravesando un pequeño puente para luego recorrer en un tren de madera la distancia hasta la Praia do Barril.
En Praia do Barril, además del oportuno bañito, podemos admirar algo realmente curioso, el cementerio de anclas consecuencia del declive de la pesca de atún en la zona.
Es indudable que el Algarve es mucho más de lo aquí expuesto, pero para muestra vale un botón. Siempre hemos sostenido que una visita a una ciudad, dure el tiempo que dure, no es más que una mínima instantánea de la intensa y larga existencia de esa ciudad o lugar. Pero es nuestra instantánea y son nuestros apreciados recuerdos.
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