viernes, mayo 03, 2013

Las hoces del río Duratón

Relativamente cerca de Madrid, en la provincia de Segovia, el río Duratón, afluente del Duero, ha excavado entre las rocas calizas, con el concurso de los años, unas hoces entre las localidades de Sepúlveda y Burgomillodo que son dignas de visitar. Lo hemos hecho en unas cuantas ocasiones o, para ser más exactos, solíamos hacerlo antaño. La excusa de comer en Sepúlveda cordero, se convertía en obligada visita a las hoces del río Duratón desde uno de sus lugares más emblemáticos: la ermita de San Frutos.


Un lugar privilegiado para contemplar los efectos de la madre naturaleza.


Declarado Parque Natural en 1989 por la Comunidad de Castilla-León, ocupa algo más de 5000 hectáreas.


Una parte importante de las hoces puede realizarse en piragua, algo que hicimos hace unos años como preparativo del descenso del río Sella. Desde la paz y tranquilidad de sus aguas, la contemplación y admiración de la más importante colonia de buitres leonados de Europa, es todo un espectáculo, como lo es desde tierra firme en que, en ocasiones, los buitres sobrevuelan a los transeúntes en dirección a la ermita.


La obligada visita posterior a Sepúlveda, no impide una última mirada hacia atrás para recrearse con las caprichosas formas que ha originado el río.


Sepúlveda se merece, por sí misma, una entrada propia. Pero mientras llegue el momento, os dejamos con su emblemática Iglesia de San Salvador.


Por cierto, aunque hoces guarde cierta homonimia con heces, no tienen nada que ver ambos términos, conceptualmente muy diferentes; si bien, en nuestro acervo familiar de recuerdos de Sepúlveda, se encuentran íntimamente ligados por una anécdota entrañable de los tiempos en que mi hija mayor era muy pequeña.

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