Siempre me ha llamado la atención la confección de esas listas sobre las 100 mejores películas de la historia del cine, porque, además de haber muchas, suelen tener poco en común unas con otras. La subjetividad en el cine es lo que hace que una película que me pueda gustar a mí, no pueda gustarte a ti, querido lector, o viceversa.
Durante un tiempo, he estado dedicándome a recopilar algunas de mis secuencias (y/o frases) del cine que para mí resultan míticas. Deliberadamente he dejado fuera la escena de la escalinata de Odessa de El Acorazado Potemkin porque ya una vez traté sobre ella en otro blog. Junto a la escena de la ducha de Psicosis, debe tratarse de las dos escenas más elogiadas de la historia del cine.
Pero centrémonos en el tema, las aquí referenciadas no representan, necesariamente, un orden de prioridad.
Con faldas y a lo loco (Some Like It Hot, 1959, Billy Wilder): "Nadie es perfecto" en la secuencia final de la película.
De la extraordinaria película, La Princesa Prometida (The Princess Bride, 1987, Rob Reiner) una de las dos míticas frases, la de Iñigo Montoya. Robin Wright debutó en el cine en esa película en el papel de la bella Buttercup. Años después, hacía el papel de Jenny en nuestra siguiente película:
Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994), aclamada película ganadora de seis Óscars, lo que supuso que otra película que competía con ella, pasase a un injusto segundo plano:
Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994).
Hablar de gánsters y no mencionar El Padrino sería lo más parecido a un sacrilegio cinematográfico en toda regla:
Con El Padrino (The Godfather, 1972, Francis Ford Coppola) descubrí el concepto de montaje en paralelo. La vi con catorce años, al año siguiente de su estreno, gracias a que en aquella época los cines de verano eran bastante permisivos. Ese mismo verano vi otra película que, junto al padrino, despertó mi afición por el cine:
Cabaret (Bob Fosse, 1972), De la mano de Coppola y Fosse, llegué a descubrir un cine con mayúsculas: Citizen Kane, Acorazado Potemkin, Casablanca:
Casablanca (Michael Curtiz, 1942) es un clásico lleno de escenas míticas. Aquí hemos seleccionado el "siempre tendremos París", pero está el "tócala otra vez Sam" o "creo que este es el comienzo de una gran amistad".
Y como los clásicos llevan a los clásicos, es imposible no recordar a Charlie Chaplin en La Quimera del Oro (The Gold Rush, 1925, Charles Chaplin), del mismo año que El acorazado Potemkin.
O al inolvidable Groucho Marx en tantas y tantas escenas de películas cuasi surrealistas como Sopa de Ganso (Duck Soup, 1933, Leo McCarey)
El cine alcanzó el color para hacer grande una de las películas más famosas de la historia: Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1939, Victor Fleming, George Cukor, Sam Wood)
Aunque seguimos con el cine en blanco y negro durante muchos años más, pudimos seguir disfrutando de momentos maravillosos.
Dejaremos para futuras entradas más momentos estelares. Por hoy, es una buena dosis de cinemanía, no sin antes hacer referencia a la mítica frase que da título a este post: "Alégrame el día", de la película Impacto Súbito (Sudden Impact, 1983, Clint Eastwood)
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