Las duras sesiones de entrenamiento desembocaron en una liguilla y en las correspondientes eliminatorias hasta llegar a una final digna de todo un campeonato mundial. Ha sido todo un viaje al pasado para rememorar la infancia y juventud de los ya más talluditos de entre los asistentes. El modelo de futbolín de la foto es el internacional con los muñecos de madera y con las piernas juntas, a diferencia del español en que el muñeco es metálico y con dos piernas.
Pero, independientemente de reglas, del formalismo típico de una competición oficial, de las habituales tácticas de intentar descentrar al equipo contrario, y demás, lo cierto es que hemos disfrutado de lo lindo.
No ha habido tiempo de echar de menos el tradicional campeonato de mus, menos agotador que el de futbolín, e igualmente asentado en nuestras genuinas primadas.
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