Veinticuatro horas pueden ser suficientes para conocer una ciudad, al menos una parte de la misma, siempre y cuando se trate de una ciudad pequeña y se esté dispuesto a patear sin descanso. Poco más de 24 horas estuvimos en Brujas cuyo centro histórico es Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000.
La torre Belfort en Markt, se eleva imponente con sus 83 metros de altura. Esta plaza, junto a la de Burg, donde se encuentra el Ayuntamiento, acaparan la mayor parte del interés turístico de la ciudad, tanto de día como de noche.
(Palacio Provincial en la plaza Markt)
Con una altura de 122 metros, la Iglesia de Nuestra Señora (Onze-Lieve-Vrouwekerk en neerlandés) es el segundo edificio de ladrillo más alto del mundo. Actualmente se encuentra en obras de conservación y ello nos impide mostrar toda su grandeza.
En su interior, podemos admirar el altar mayor
y, sobre todo lo demás, la "Madonna y el niño" (1504-5) de Miguel Ángel.
Brujas (Brugge en neerlandés), significa puentes, en referencia a los mismos que abundan en la ciudad para unir los diferentes canales que hacen que se conozca a Brujas como una más de las muchas Venecias del Norte que existen.
El obligado paseo en barca es recomendable, además, para hacer un pequeño y merecido descanso en el inevitable desgaste de suela.
Tras alguna parada que otra para repostar y contribuir al consumo de chocolate belga, así como de nuestro reciente descubrimiento de la cerveza Jupiler (Júpiter según Marian)
un último paseo arrastrando las maletas camino de la estación para montar en el tren que nos devuelve a Bruselas.
Pero esa es otra historia.
viernes, agosto 20, 2010
Desgastando suela
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