lunes, abril 11, 2011

Mi pueblo

Mi pueblo, el pueblo donde vivo, ni es blanco ni cuelga de un barranco, como diría la canción de Serrat, pero es uno de los más bellos de la Sierra de Madrid. Para muestra un botón. Según cuentan las crónicas, originariamente se llamaba Porquerizas de la Sierra, debiendo su actual nombre a Isabel de Borbón, esposa del rey Felipe IV, cuando hacia 1627 se dirigía al Monasterio del Paular. En mitad del viaje hizo un descanso al pie de la Najarra, en una meseta que se encuentra en la cima de la Raya y que aún hoy se conoce como la Parada del Rey. La reina se fijó en unas flores y exclamó: "¡Mira, flores!". Al oírla, alguien de su comitiva propuso a su majestad cambiar el nombre de Porquerizas por aquella expresión. No se puede asegurar con certeza este hecho, pero es una bonita historia popular.



Ayer, domingo, no pude evitar la tentación de comprarme esta postal antigua de Miraflores de la Sierra, del Ayuntamiento y la entonces llamada Plaza del Generalísimo (hoy Plaza de España).
Dejaremos para otra ocasión un recorrido por este pueblo con fotos más actuales de mi archivo para no apartarnos de lo que queríamos contar. El gentilicio de Miraflores es mirafloreño, si bien, los habitantes del lugar utilizan el término macureño. Mis hijas son macureñas. A los que vivimos en Miraflores pero no somos de aquí, se nos denomina carrilanos. Y sí, yo soy carrilano; además, nunca he renunciado a mi origen: Vallecas.



Hace casi un año, durante la anterior edición de la Feria del Libro, encontré y me compré el libro Vallecas. Fotos antiguas de Sixto Rodríguez, un delicioso paseo en blanco y negro por el que fuera el barrio de mi infancia, adolescencia y gran parte de mi juventud.



La foto suoperior, de 1925, nos muestra la boca del metro del Puente de Vallecas, lugar fronterizo para nosotros, los vallecanos, pues más allá empezaba la civilización. Nos criamos en la calle, jugando al balón, a las canicas, a las chapas o a la peonza, o paseábamos hata el Bulevar, protagonista posterior de la llamada movida vallecana o, junto a la Plaza Vieja, de la Batalla Naval de Vallecas que se celebra desde 1982 con motivo de las fiestas del Carmen, patrona de Vallecas. Porque Vallecas, desde la transición, ha defendido su independencia y su derecho a un puerto de mar.



Por aquellos años, los vallecanos, fuera de Vallecas, teníamos mala fama. Incultura y peligrosidad social se asociaban a nuestro barrio, y algo de ello había. La droga y las bandas callejeras no dejaban buena imagen.



Pero en mis primeros recuerdos de la infancia, Vallecas era lo más parecido a un pueblo, un pueblo dentro del propio Madrid, o más propiamente, extrarradio. Recuerdo las "excursiones" al barrio de Doña Carlota con mi madre y mi abuela, no recuerdo para qué, pero donde mi hermano y yo jugábamos con una perra que se llamaba Luna.



Mi pueblo, el de verdad, el de mis orígenes, había empezado a dejar de serlo hacia finales de los años 80. Pero es el 11 de diciembre de 1995 cuando deja de serlo definitivamente. Aquel día tuvo lugar uno de los más terribles atentados de ETA, a la altura del Puente de Vallecas.

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