Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento
(Miguel Hernández, Elegía)
Ante todo, quiero expresar mi profundo respeto a todos y cada uno de los integrantes de esas cifras de fallecidos que nos dan cada día; a menudo de una manera tan fría como obscena. En muchos casos han pasado de ser personas, con nombres y apellidos, y una historia a sus espaldas, a convertirse en un número más de una serie numérica que hemos empezado a no entender prácticamente ninguno de nosotros.
El día 24 de mayo, domingo, teníamos 28752 fallecidos por la COVID-19 según datos oficiales del propio Ministerio de Sanidad. Nuestra sorpresa fue que, al día siguiente, nos encontrábamos con que la cifra de fallecidos era de 26834. De repente, habían resucitado, de un día para otro, 1918 personas. Si alguno de vosotros entiende cómo puede ser eso, por favor, que me lo explique, porque yo no consigo entenderlo.
Durante esta semana, hemos conocido los datos del Registro Civil que ha reportado durante este período de confinamiento un 52% más de decesos con respecto al año anterior para el mismo período: 43295 muertes más de las esperadas. Según el Registro Civil, el número de fallecidos por COVID-19 era de 27302, cifra que, oficialmente, según el Ministerio de Sanidad, aún no hemos alcanzado. Pero, en cualquier caso y para no entrar en una guerra absurda de quítame allá ese muerto, la cuestión es que hay un remanente de 15993 personas que han muerto, de más, sin que sepamos por qué. Bueno, no lo sabréis vosotros; muchos de nosotros sí lo sabemos. Las cifras que ha manejado y maneja el Ministerio de Sanidad son las de fallecidos con una PCR positiva, pero ¿se hicieron todas las PCR necesarias a los enfermos sospechosos de COVID?
En una Residencia de Ancianos ubicada en el municipio donde trabajo, dos residentes ingresaron el mismo día en el mismo hospital, con la misma sintomatología: una gran dificultad respiratoria. Ambos tenían nombre y apellidos que no puedo poner aquí por la ley de Protección de Datos. A ambos les hicieron radiografías de tórax:
Diagnóstico: Neumonía bilateral compatible con COVID-19.
Ambos murieron a la espera de un ingreso en Medicina Interna, pero uno tenía hecha la PCR y el otro no. Uno pasó a formar parte de la lista oficial de fallecidos de coronavirus y el otro no.
Hemos visto muchas cosas que nos han puesto los pelos como escarpias a los trabajadores de la Sanidad Pública; ¡ojo, y de la Privada! Esta puta mierda nos la hemos comido todos, sin distinción.
El título de este post es una referencia a una estrofa de una de mis canciones más entrañables: Al Alba, de Luis Eduardo Aute, fallecido el día 4 de abril de este año. El mismo día que mi hermana. Su familia desconoce si su muerte guarda alguna relación con la COVID-19. La canción, que consiguió pasar la censura franquista, fue un homenaje en clave de canción de amor a los últimos fusilados por la dictadura un 27 de septiembre del año 1975.
La estrofa a la que me refiero es:
Miles de buitres callados
Van extendiendo sus alas,
No te destroza, amor mío,
Esta silenciosa danza,
Maldito baile de muertos,
Pólvora de la mañana.
Algunos tenemos ya la pólvora preparada, en sentido metafórico, claro. Pero de eso hablaremos la semana que viene.
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