sábado, abril 30, 2011

La ciudad de Romeo y Julieta


Fuera de Verona no hay mundo, sino purgatorio, infierno y
desesperación. Desterrarme de Verona es como desterrarme de la Tierra. Lo
mismo da que digáis muerte que destierro
(William Shakespeare; Romeo y Julieta, acto III, escena 3ª)




Verona, además de ser Patrimonio de la Humanidad, es la ciudad donde se desarrolla el famoso drama de William Shakespeare, Romeo y Julieta. Shakespeare se basó en una obra del escritor italiano Luigi da Porto que a su vez se basó en otras obras anteriores, para trasladar la acción de esta historia de amor de Siena a Verona.



Obligada visita a la casa de Julieta, una casa del siglo XIII con su sugestivo patio, una puerta ojival y un balcón: el balcón de Julieta.



En el patio, una estatua en bronce de Julieta es el objeto de largas colas de turistas para hacerse una foto tocándole la teta izquierda, ya que según la tradición el que lo haga tendrá suerte en el amor.



Pero, a nuestro juicio, lo más llamativo de Verona es la convivencia en armonía de su pasado romano, medieval y renacentista que es lo que la destaca como ciudad Patrimonio de la Humanidad.



El gran Anfiteatro Arena, uno de los mayores del mundo, data del siglo I. Tiene 139 metros de largo por 110 de ancho y una capacidad para 25.000 espectadores. Restaurado, es escenario de representaciones de ópera.



La Plaza delle Erbe, el antiguo foro romano, es la más hermosa de la ciudad de Verona. Rodeada de palacios y casa antiguas decoradas con pinturas murales, la vida bulle en esta plaza de mercado. Colgando de un arco una enorme costilla de ballena de la que se ignora el motivo por el que se puso ahí.







La columna de San Marcos con el león alado, símbolo de Venezia, nos recuerda el dominio veneciano de esta ciudad.



En Verona hay iglesias para aburrir. La Catedral de Verona o Duomo (Cattedrale di Santa Maria Matricolare) se emplaza sobre dos iglesias paleocristianas que fueron destruidas por un terremoto.







La Basílica de San Zenón está dedicada al primer obispo de la ciudad de Verona, San Zenón, y está considerada una auténtica obra maestra de la arquitectura románica.





En restauración, tanto por fuera como por dentro, destacan los restos de las pinturas murales de la escuela de Giotto.



Y tienen trabajo. Muchos de esos frescos han sufrido las consecuencias de imporvisados grafiteros en el pasado.



Verona es todo esto y mucho más. Castel Vecchio, palacios, puentes y puertas configuran esta sobresaliente fortaleza militar que dan sentido a las palabras de Romeo en la tragedia de Shakespeare con la que comenzábamos esta entrada: Fuera de Verona no hay mundo, sino purgatorio, infierno y desesperación.

lunes, abril 25, 2011

A todo tren

Nuestro nuevo viaje a Italia (el 5º en poco más de un año) ha sido eso, a todo tren (a tutto treno, que diríamos speaking in silver). Este nuevo viaje ha servido para colocar "nuevas chinchetas" en los lugares visitados y para conocer un nuevo Patrimonio de la Humanidad: la hermosa ciudad de Verona.



Buena parte de la red ferroviaria del Véneto, Friuli-Venecia Julia y la Toscana, la hemos recorrido en tren.



Un total de 1348 km en 14 trenes en poco más de una semana nos puede dar una idea de cómo funciona Trenitalia, la compañía ferroviaria italiana.



Incluso la alta velocidad ha estado presente en nuestro viaje. El Frecciargento que une Venezia con Roma, es una magnífica opción para plantarse en Firenze en dos horas desde Venezia.



Además, las horas de tren o las pequeñas esperas en el andén, potencian la lectura o la toma de algunas notas de viaje.





En una u otra dirección, los trenes nos han permitido desplazarnos para conocer y admirar Padova, Verona y Trieste, así como volver a visitar Pisa, Firenze, Pordenone y ¡cómo no! Venezia.





Son tantas las experiencias vividas, las anécdotas recopiladas, que necesitaremos alguna que otra entrada más para contar la historia de este nuevo periplo italiano.

lunes, abril 11, 2011

Mi pueblo

Mi pueblo, el pueblo donde vivo, ni es blanco ni cuelga de un barranco, como diría la canción de Serrat, pero es uno de los más bellos de la Sierra de Madrid. Para muestra un botón. Según cuentan las crónicas, originariamente se llamaba Porquerizas de la Sierra, debiendo su actual nombre a Isabel de Borbón, esposa del rey Felipe IV, cuando hacia 1627 se dirigía al Monasterio del Paular. En mitad del viaje hizo un descanso al pie de la Najarra, en una meseta que se encuentra en la cima de la Raya y que aún hoy se conoce como la Parada del Rey. La reina se fijó en unas flores y exclamó: "¡Mira, flores!". Al oírla, alguien de su comitiva propuso a su majestad cambiar el nombre de Porquerizas por aquella expresión. No se puede asegurar con certeza este hecho, pero es una bonita historia popular.



Ayer, domingo, no pude evitar la tentación de comprarme esta postal antigua de Miraflores de la Sierra, del Ayuntamiento y la entonces llamada Plaza del Generalísimo (hoy Plaza de España).
Dejaremos para otra ocasión un recorrido por este pueblo con fotos más actuales de mi archivo para no apartarnos de lo que queríamos contar. El gentilicio de Miraflores es mirafloreño, si bien, los habitantes del lugar utilizan el término macureño. Mis hijas son macureñas. A los que vivimos en Miraflores pero no somos de aquí, se nos denomina carrilanos. Y sí, yo soy carrilano; además, nunca he renunciado a mi origen: Vallecas.



Hace casi un año, durante la anterior edición de la Feria del Libro, encontré y me compré el libro Vallecas. Fotos antiguas de Sixto Rodríguez, un delicioso paseo en blanco y negro por el que fuera el barrio de mi infancia, adolescencia y gran parte de mi juventud.



La foto suoperior, de 1925, nos muestra la boca del metro del Puente de Vallecas, lugar fronterizo para nosotros, los vallecanos, pues más allá empezaba la civilización. Nos criamos en la calle, jugando al balón, a las canicas, a las chapas o a la peonza, o paseábamos hata el Bulevar, protagonista posterior de la llamada movida vallecana o, junto a la Plaza Vieja, de la Batalla Naval de Vallecas que se celebra desde 1982 con motivo de las fiestas del Carmen, patrona de Vallecas. Porque Vallecas, desde la transición, ha defendido su independencia y su derecho a un puerto de mar.



Por aquellos años, los vallecanos, fuera de Vallecas, teníamos mala fama. Incultura y peligrosidad social se asociaban a nuestro barrio, y algo de ello había. La droga y las bandas callejeras no dejaban buena imagen.



Pero en mis primeros recuerdos de la infancia, Vallecas era lo más parecido a un pueblo, un pueblo dentro del propio Madrid, o más propiamente, extrarradio. Recuerdo las "excursiones" al barrio de Doña Carlota con mi madre y mi abuela, no recuerdo para qué, pero donde mi hermano y yo jugábamos con una perra que se llamaba Luna.



Mi pueblo, el de verdad, el de mis orígenes, había empezado a dejar de serlo hacia finales de los años 80. Pero es el 11 de diciembre de 1995 cuando deja de serlo definitivamente. Aquel día tuvo lugar uno de los más terribles atentados de ETA, a la altura del Puente de Vallecas.